Cuando era un niño, paseaba con mi padre por los pocos campos que aún sobrevivían en los alrededores de Badalona. Una de mis máximas diversiones era juntar cuatro hojas secas y unas ramas, formando una diminuta hoguera. Hoy el fuego sigue despertando mis instintos más primitivos, con el mismo sentimiento de fascinación y estremecimiento del primer hombre que pisó la tierra. Con el mismo terror ante la fuerza destructora de la naturaleza, acorralada y peligrosa como un animal herido.
Pdt: Doñana y Portugal. En el corazón.
Verbena de Sant Joan. Barcelona.