Conocí a Ángel Gracia en el 2015, cuando vino a Barcelona a presentar «Campo rojo», una maravillosa novela sobre su infancia zaragozana de descampados y soledades que editó Candaya. Hoy me hace llegar su libro de poemas «Alumbres», que recibió el XXVIII Premio de Poesía Santa Isabel de Aragón, reina de Portugal, concedido por la Diputación Provincial de Zaragoza. Descubro aquí al poeta que intuí mientras leía su novela y el reconocimiento me llena de la luz que reflejan sus versos.

Según el diccionario de la RAE, alumbrar es dar luz o claridad a algo o a alguien; acompañar con luz a alguien o disipar la oscuridad y el error, convertirlos en conocimiento y acierto. Y eso es lo que encuentro entre las páginas de «Alumbres».
Su primera parte, Luminancia, dibuja el deslumbramiento del poeta, del hombre, ante la naturaleza en toda su plenitud (ríos, viento, hogueras, rocas, árboles, aves…) y la certeza de que
«Nada existe
hasta que la luz lo dice».

La segunda parte, Heridas de rayo, es la de la comunión poeta-naturaleza, el camino único hacia el conocimiento porque sólo si te acercas a las piedras enterradas, oirás su palabra. Sí,
«Todo lo que existe
te convierte en lo que eres».


Tea humeante es el tercer y último tramo de este intenso viaje. La luz se va apagando y el espejismo del entendimiento no tarda en disiparse entre las tinieblas. Porque los poemas son sólo «pasos de ciego» y nuestra vida acaba siendo un montón de preguntas sin respuesta. Sin embargo, el viaje no ha sido en balde.


Ángel Gracia
«Alumbres», Veruela Poesía, 2018


Barcelona, 12 de julio del 2020.